Hermanos y hermanas, ¡Buenos
días!, Después del primer encuentro del pasado miércoles, hoy puedo de nuevo
dirigirles mi saludo a todos ustedes. Y soy feliz de hacerlo el domingo, en el
día del Señor. Esto es hermoso e importante para nosotros cristianos, encontrarnos
el domingo: saludarnos, hablarnos como ahora aquí en la plaza. Una plaza que
gracias a los medios de información tiene la dimensión del mundo.
Este quinto domingo de Cuaresma,
el Evangelio presenta el episodio de la mujer adúltera que Jesús salva de la
condena a muerte. Sorprende la postura de Jesús. No oímos palabras de
desprecio, ni oímos palabras de condena, solo palabras de amor, de
misericordia, que invitan a la conversión.
“Tampoco yo te condeno. Ve, y de
ahora en adelante, no peques más”.
"Pues bien, hermanos y
hermanas, el rostro de Dios es el de un Padre misericordioso, que siempre tiene
paciencia. ¿Han pensado ustedes en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene
con cada uno de nosotros? Esa, es pues su misericordia. Siempre tiene
paciencia: tiene paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, nunca se
cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con un corazón contrito.
"Grande es la misericordia
del Señor", dice el salmo. En estos días, he podido leer un libro de un
cardenal -el Cardenal Kasper, un teólogo inteligente, ¿eh?, un buen teólogo-
sobre la misericordia. Y me ha hecho mucho bien, este libro, pero no crean que
hago publicidad de los libros de mis cardenales, ¿eh? No, no es así! Pero debo
decir que me ha hecho mucho bien...
El cardenal Kasper dice que
sentir la misericordia, escuchar esta palabra hace cambiar todo. Es los mejor
que nosotros podemos sentir: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace que
el mundo sea menos frío y más justo. Tenemos necesidad de entender bien esta
misericordia de Dios, este Padre misericordioso, que tiene tanta
paciencia...Recordemos al profeta Isaías, que dice que aunque nuestros pecados
fueran de color rojo escarlata, el amor de Dios los haría de color blanco como
la nieve. ¡Es hermoso, eso de la misericordia!
Recuerdo, que cuando apenas fui
nombrado obispo, en 1992, llegó a Buenos Aires Nuestra Señora de Fátima y se
hizo una gran misa para los enfermos. Yo fui a confesar durante la Misa. Y casi al final de
la misa me levanté porque tenía que administrar una confirmación. Vino hacia mí
una mujer anciana, humilde, de más de 80 años. La miré y le dije: "Abuela
- porque nosotros decimos así a las personas mayores: Abuela – usted quiere
confesarse?". "Sí", dijo. "Pero si usted no ha
pecado...". Y ella me dijo: "Todos tenemos pecados...".
"Pero tal vez el Señor no los perdonará...". "El Señor perdona
todo", me dijo, segura. "¿Y usted cómo lo sabe, señora?".
"Si el Señor no perdonara todo, el mundo no existiría." Sentí ganas
de preguntarle: "Dígame, señora, ¿usted estudió en la Gregoriana?",
porque esa es la sabiduría del Espíritu Santo: la sabiduría interior a la
misericordia de Dios. No debemos olvidar esta palabra: ¡Dios nunca se cansa de
perdonarnos, nunca!
Padre, “¿cuál es el
problema?". Bueno, el problema es que nos cansamos, no queremos, nos
cansamos de pedir perdón. Él nunca se cansa de perdonar, pero nosotros a veces
nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca! Él
es un Padre amoroso que perdona siempre, que tiene un corazón de misericordia
para todos nosotros. Y también nosotros aprendamos a ser misericordiosos con
todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen que ha tenido entre sus brazos la Misericordia de Dios
hecha hombre.
Y después de la oración mariana
del Ángelus el Papa Francisco ha dirigido un cordial saludo a todos los
peregrinos reunidos en la plaza de san Pedro: unas 150 mil personas según
cálculos de la Oficina
de prensa de la Santa
Sede.
Dirijo un cordial saludo a todos
los peregrinos: gracias por su acogida y por sus oraciones. Les pido que recen
por mí. Renuevo mi abrazo a los fieles de Roma y lo extiendo a todos ustedes, y
lo extiendo a todos ustedes que han venido de varias partes de Italia y del
mundo, así como todos aquellos que se unen a nosotros a través de los medios de
comunicación.
Elegí el nombre del santo patrono
de Italia, San Francisco de Asís, y esto refuerza mi conexión espiritual con
esta tierra, donde - como ustedes saben - tiene el origen mi familia. Pero
Jesús nos ha llamado a ser parte de una nueva familia: su iglesia, en esta
familia de Dios, para caminar juntos por el camino del Evangelio. Que el Señor
los bendiga, la Virgen
les proteja. No olviden de esto: el Señor no se cansa de perdonar! Somos
nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. ¡Buen domingo y un buen almuerzo!